viernes, 30 de agosto de 2013

Parte de nosotros

Por: Hugo Nazareth.

Narrar, una capacidad natural de los humanos y parte esencial del reflejo del pensamiento, palabra, obra y de más. Lo que vivimos, vemos y recordamos lo expresamos a través de narraciones a nuestros amigos, en nuestros trabajos, obras de arte y hasta cuando no tenemos la intención de hacerlo. Es así que parte de nosotros, nuestra esencia espiritual, nuestra compleja o simplona forma de pensar se queda plasmada en nuestras narraciones como en una radiografía de la mente. Lo que decimos, escribimos o ilustramos puede hablar mucho de nosotros, tal vez más que la misma narración.
Cuantas letras de canciones, posibles éxitos comerciales se habrán perdido por falta de papel y lápiz, o piezas musicales olvidadas después de buscar un aparato de grabación. Sueños de película borrados al despertar. Todo aquello que forma parte de nosotros debe quedar plasmado en algún lienzo, y contar una nueva historia o expresar nuevos puntos de vista.
Pero atención consumidores de babero, que se tenga un registro de nuestras ideas no significa que todos capten el mismo mensaje. Es como una imagen borrosa, a la que el espectador le da un significado e interpreta en una realidad alterna.
Y es la forma en que el autor, el artista, altera una posible realidad, la retuerce y ordena a su gusto, como si fuese un dios (calma religiosos) creando un nuevo mundo y dando vida a nuevos personajes. Esto es algo que diferencia a un mortal cualquiera contando su más reciente experiencia social, de un artista y amante de la manipulación de la realidad y la abstracción.
No es que las obras de arte tengan un mensaje con varios significados, eso es imposible. Desde los ojos del creador puede ser solo uno. Son los espectadores quienes observan y generan nuevos significados, alternos o parecidos a los que se pretende divulgar. Un ejemplo claro es la película Matrix. La representación de un mundo ficticio creado por las máquinas para controlar a sus enemigos en guerra, los humanos. Una historia perteneciente al género de ciencia ficción, al cual le puedo dar la interpretación de ser un producto de la oleada ideológica de la revolución industrial, en la que las maquinas dejan de ser herramientas de los hombres para volverse sus sustitutas, y consecuentemente enemigas. Pero, puede haber miles de puntos de vista diferentes, como el de los fanáticos religiosos del sitio “contra el nuevo orden mundial” quienes a través de una publicación afirman que esta película y otros cientos esconden mensajes subliminales que van en contra de su creencia, puesto que el personaje principal, Neo, personifica al anticristo persuadido por lucifer (Morpheo) para liberar a los hombres del control de la matrix (para ellos el mundo cristiano).
“Thomas Anderson (Keanu Reeves) interpreta a un programador/hacker con un problema de existencialismo, él al igual que muchos iniciados en las escuelas de misterio, es motivado a sentir que hay algo extraño con este mundo, algo que no logra explicar pero que sigue ahí, en palabras de Morpheo: como una astilla en su mente, volviéndolo loco. Desde el punto de vista gnóstico, Neo está despertando de su prisión mental para ser luego llevado al complejo pero "necesario" camino de la "iluminación"…
…Muchos de los films gnósticos usan un medio de comunicación entre la deidad y el iniciado, en esta película es por medio de la computadora que Morpheo puede "despertarlo". Así es, Morpheo representa a Lucifer.”
Y podría pasar horas debatiendo este tipo de interpretaciones, pero no es el caso. Esta publicación es otra narración producto de una narración. Algún individuo decide narrar su interpretación de una narración cinemática, y en cuanto alguien haya analizado esto creara un concepto de la película matrix o de la publicación (dar un vistazo a los comentarios de los lectores de dicha publicación). Es un ciclo en el que hemos estado inmersos en algún momento.
Es así que afirmo que la narrativa es un reflejo de nuestro pensamiento y personalidad, sin otro propósito más que el de ser interpretado, ya sea de la forma que se pretende o una completamente diferente. Es impresionante como una sucesión de símbolos como las letras puedan desencadenar un sinfín de ideas, imágenes y conceptos mentales diferentes, o que ciertas notas musicales provoquen ira, paz o tristeza a quienes las escuchan. La narrativa es un arte y una actividad en la que es necesaria la interacción del narrador quien moldea, da estilo e impregna con su esencia a la narración; y los espectadores que descifran y dan sentido propio a dicha obra.











Bibliografía:
Jhonkbn, píldora roja y gnosticismo: la interpretación filosófica de la película matrix, contra el nuevo orden mundial [blog] 28 de marzo de 2013, consulta: 23 de agosto de 2013, disponible en: http://contraelnwo.blogspot.mx/2013/03/pildora-roja-y-gnosticismo-la.html

lunes, 26 de agosto de 2013

Continuidad en los parques

Julio Cortázar

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela